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Cuando los astronautas regresaron de nuestro satélite, algunas de las rocas lunares que trajeron consigo desconcertaron a los científicos. Actualmente se ha conseguido resolver uno de esos misterios.

“Aprendimos mucho del Sol yendo a la Luna “, ha manifestado Don Burnett investigador principal de la Génesis del California Institute of Technology en Pasadera. Ahora con los datos aportados están cambiando los conceptos y mediante el viento solar, estamos entendiendo mejor los procesos lunares.

Ansgar Grimberg del ETH Institute of Astronomy in Zurich y sus colaboradores, analizaron la composición del gas Neón presente en los cristales metálicos expuestos en la misión Génesis de la NASA, y los resultados que encontraron fueron publicados el 17 de Noviembre en la revista Journal Science, siendo Don Burnett coautor del informe. Uno de los fines de la misión Apolo consistía en entender la evolución del Sol. Sin atmósfera ni campo magnético que interfiera, las partículas solares procedentes del mismo han estado golpeando y penetrando en la superficie lunar durante casi cuatro mil millones de años, sin embargo, debido a la complejidad de los materiales lunares, a los procesos en sí y a la duración limitada de los trabajos en campo de las misiones Apolo, no fue posible comprender totalmente el proceso.

Muchos de los estudios realizados sobre las muestras lunares consistieron en conocer las cantidades relativas de los isótopos de los elementos de los diferentes gases procedentes del Sol. Muchos elementos poseen átomos de masa atómica diferente, como por ejemplo el Neón, que posee dos isótopos, uno ligero el Ne20 y otro pesado el Ne22. Una de las mayores sorpresas del estudio fue que, el Neón presente en las muestras del suelo lunar procedente del Sol, presentaba la evidencia de estar compuesto por dos componentes gaseosos con composiciones isotópicas distintas. Uno ha sido identificado como procedente del viento solar y el otro de partículas solares de alta energía, dado que fue encontrado a mayores profundidades en las rocas lunares, y ha sido éste último el que ha estado desconcertando a los científicos, debido a que sus cantidades relativas eran mucho mayores comparadas con los flujos solares actuales, lo que induce a pensar que la actividad solar pudo haber sido mucho mayor en el pasado.

Para investigar el problema, un cristal metálico(*) sintetizado expresamente por Charles Hays del Jet Propulsion Laboratory, de la NASA en Pasadena, California, fue expuesto al viento solar durante 27 meses en la misión Génesis. La ventaja que presentó este material fue que, tras su retorno a la Tierra y ser sometido a análisis mediante el tratamiento uniforme con vapores de ácido nítrico, permitió medir la distribución de profundidades del Neón procedente del viento solar paso a paso. Los primeros experimentos llevados a cabo en el ETH Institute en Zurich revelaron resultados sorprendentes, no se esperaban variaciones isotópicas a tan grandes profundidades cuando fuese alcanzado por partículas solares energéticas. Tras el ataque subsiguiente, los resultados fueron casi idénticos a los encontrados en muchas muestras lunares, con dos diferencias importantes.

En primer lugar, las muestras del Génesis no contenían cantidades detectables del Neón producido por partículas de rayos cósmicos galácticos puesto que, no hubo concentraciones apreciables de tales partículas acumuladas durante 27 meses, con lo que se pudo analizar muestras puras del viento solar. En segundo lugar las primeras extracciones de gas de las burbujas de los vidrios metálicos mostraron composiciones isotópicas de Neón nunca vistas en las muestras lunares. Este hallazgo hace suponer que el desgaste por las acciones ambientales durante un tiempo determinado hubiese podido reducir los niveles de Neón en las muestras procedentes de la superficie lunar lo que hubiese podido conducir a una incorrecta interpretación de los datos lunares. Los investigadores sugieren que no existen partículas energéticas solares que hubiesen afectado al Apolo. Las variaciones isotópicas halladas en las muestras del Apolo como en la de la Génesis, pueden ser explicadas sus diferencias cuantitativas por el hecho de que, el isótopo Ne22 penetra más profundamente que el Ne20. Por otra parte estos hallazgos indican que no existe evidencia de que hayan existido incrementos de flujos de partículas solares de alta energía hace miles de millones de años respecto a los de hoy día.

N del T.- Los cristales metálicos, constituyen una serie de silicatos en cuyos átomos, existen electrones débilmente vinculados a los iones que lo forman y debido a su poca energía, se liberan fácilmente de ellos deambulando por todo el cristal

Fuente: http://www.spaceflightnow.com/news/n0611/23genesis